viernes, 3 de junio de 2011

15 M,. de El norte de Castilla, de Angélica Tanarro. La vida que sorprende.

LA VIDA QUE SORPRENDE

Quería encontrarme con algún espectáculo de calle y encontré algo mejor»

02.06.11 - 00:10 - ANGÉLICA TANARRO blogs.elnortedecastilla.es/angelicatanarro | PERIODISTA

Es bueno que la vida nos sorprenda. Que nos dé un golpecito en el hombro y nos quite el gesto de suficiencia que se nos pone cuando pensamos que tenemos todo bajo control, que pisamos fuerte sobre un suelo que no conoce los terremotos. Lo grande de la vida (a veces lo terrible, de acuerdo) es que puede dar un giro, hacer que se tambalee nuestro edificio y regalarnos una oportunidad, aunque lleve aparejada algún esfuerzo. Algo así es lo que han conseguido los indignados del 15-M.
Irrumpieron el el teatro de la campaña electoral cuando sesteábamos arrullados por las consignas archisabidas y pilló a los actores con el pie cambiado. Es difícil que te cambien el guión cuando la función acaba de comenzar así que lo primero es resistirse: «no llegarán lejos», «los ha pagado fulanito para hacer ruido», «serán víctimas de los de siempre: los antisistema de turno», «la cosa acabará mal». Pero pasaban los días y ellos seguían allí, como el dinosaurio de Monterroso y lo que era mejor, escucharlos no daba pena, ni sonrojo como sí suelen dar aquellos que habían provocado su indignación. Hablaban de nosotros. Y a pesar de su indignación no daban voces.
El 27 de mayo salí del periódico con idea de encontrarme con alguna representación del Teatro de Calle por el centro de la ciudad. Y según me acercaba a la plaza Mayor, me llegaba un clamor que no parecía teatro. No lo era. Había olvidado la manifestación pero estaba allí. Ellos (que somos nosotros) estaban allí horas después del horrible desalojo de la Plaza de Cataluña, aún más indignados por la brutal actuación policial pero aún defendiendo sus propuestas con la misma calma.
La fuerza de su voz y de su presencia obligó a detener la representación que en esos momentos ocupaba el principal escenario del Festival. La grada estaba llena de gente pero esta gente, que también resultó ser indignada, no se indignó por la interrupción. Todo lo contrario. Los espectadores se sumaron a las protestas, botaron cuando lo pedían las consignas, corearon los lemas y comprendieron que hay cosas prioritarias. Unos y otros conjugaban el verbo respetar.
Yo era una mujer sorprendida. Rodeada por familias y señoras mayores con traje de chaqueta que cambiaron el plan de su paseo vespertino y que de repente coreaban 'el pueblo unido jamas será vencido' probablemente por primera vez en su vida. Como ese anciano al que descubrí cuando la manifestación se sentó y él quedó con toda su dignidad y su artrosis en pie, con sombrero y bastón, como un símbolo.
No pude despegarme de esa energía hasta que la manifestación se disolvió tan pacíficamente como había comenzado en Fuente Dorada. Y aún la tarde me depararía otra imagen que me gustará recordar: el aplauso que los manifestantes dedicaron al público de la grada por haber aguantado la interrupción, aplauso que fue correspondido por los pacientes espectadores.
Toda esa energía y esa razón no se pueden perder. No se deben perder. Desde mi balcón veo cada mañana una pequeña pancarta en el balcón de enfrente. Dice: 'Un mundo nuevo es posible'. Tiene tachada la palabra 'posible' y la sigue 'inminente'. Es decir: 'Un nuevo mundo es inminente'. Leerla es una buena manera de empezar el día.

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